viernes, 29 de abril de 2016

LOS VÉRTICES DE LA DISPERSIÓN: NIÑOS/AS Y DISPERSIÓN.

MENORES: VICTIMAS INVISIBLES DE LA DISPERSION

La situación única de cada niño y niña debe ser tomada en cuenta en todas las interacciones con ellos y en las decisiones que pudieran afectarles. Más, independientemente de las circunstancias individuales, cada niño y niña tiene, además, derechos; incluyendo: el derecho a no ser discriminado por la condición o actividades de sus progenitores (Convención sobre los Derechos de la Niñez, Artículo 2(2)); la oportunidad de ser escuchado en todo procedimiento judicial y administrativo que le afecte (Artículo 12(2)); y el derecho a que la consideración primordial en todas las acciones relacionadas con ellos sea el interés superior del menor (Convención sobre los Derechos de la Niñez, Artículo 3(1)).


Desafortunadamente, los niños y niñas de progenitores encarcelados son muy fácilmente ignorados dentro del sistema de justicia penal, ya que éste está centrado en castigar a la persona presa. Los menores que interactúan con el sistema de justicia penal (por ejemplo, cuando visitan a su progenitor(a) encarcelado/a) quedan “reducidos a una evaluación del riesgo de seguridad, mientras que dentro de la comunidad más amplia, permanecen silenciosos y silenciados”.

Los regímenes de visitas y la propia dispersión no tienen en cuenta las necesidades del/la menor y es disruptivo en temas tan importantes como la educación, el ocio, el deporte y sus relaciones sociales, impidiéndole llevar a cabo una vida lo más normal posible, los derechos de niños y niñas son pisoteados continuamente.

Una de las mayores angustias que sufren las niñas y los niños de padres y madres privados de libertad, es la amenaza de perder a su madre o a su padre, que son sus figuras más queridas y más cercanas. Los niños y las niñas sienten y creen que no son importantes para esa persona que ellos quieren. Algunos niños reaccionan fuertemente a la separación y al encontrarse con la madre la buscan o abrazan; otros pueden mostrar rabia, no se calman y lloran con facilidad, y otros pueden mostrar indiferencia, pero es sólo una apariencia.

Pediatría

A los funcionarios de los módulos de madres no se les requiere una preparación específica. Tampoco hay un protocolo de cómo deben hacer los cacheos, recuentos o registros delante de los niños. Las prisiones cuentan con un pediatra, pero externo al centro, y son los funcionarios quienes deciden si se le llama.

Dispersión

Sólo hay tres centros penitenciarios con módulos de madres en todo el Estado, a los que se suman las tres unidades externas. Esto provoca que, en la mayoría de los casos, las mujeres presas con hijos menores de tres años sean dispersadas a centros lejanos a su lugar de residencia, después de pasar un tiempo en prisiones comunes.

Encarcelados

Al no haber un protocolo, las salidas de la cárcel de los niños, que dependen de familiares o voluntarios, en muchos centros están muy restringidas. Los módulos de madres son arquitectónicamente iguales a los demás: las escaleras, los cierres automáticos o las rejas no están adaptadas a la vida cotidiana de mujeres con hijos.

Machismo

Algunos de los talleres que se ofrecen a las presas con hijos son sexistas y dan por hecho que, por haber sido condenadas, no saben ‘ser madres’. Gran parte de ellos se centran en “mejorar su aptitud y capacidad como madres”.


CONSECUENCIAS PREVISIBLES A FUTURO

- Normalmente, en la adolescencia empieza un proceso de separación de los padres, pero en los hijos e hijas de personas encarceladas el proceso se puede adelantar.

- Muchos jóvenes se ven obligados a desarrollar roles de adultos tempranamente. Cuando los padres regresan a

casa, a pesar de ya ser adultos, presentan conductas adolescentes como si hubieran estado esperando a los padres para cubrir esa etapa de su vida.

- En esta etapa de la vida, las amistades son muy importantes y pasan a ser el grupo de referencia y apoyo para mitigar la ausencia de los padres.

- Los adolescentes se ven forzados a asumir, de manera prematura, roles adultos en estas situaciones extremas, ellos no tienen aún la madurez emocional para ello, por lo que se ven forzados a funcionar y necesitan mucho del apoyo de las redes sociales más cercanas, como la familia, profesoras/es y amigos/as.

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